Maestros y cabestros

Ignoro si lo conseguiré, pero voy a hacer todo lo posible para evitar que mi hijo Akela se convierta en víctima del embudo impuesto por la Administración de esta democracia liberticida a quienes caen en las redes de sus planes de estudios. No quiero que de mayor sea un asnalfabeto incapaz no sólo de leer y escribir, sino de hablar como la gramática establece y el genio de la lengua exige. Tampoco quiero que sea como esos aspirantes a cabestros, no a maestros, que tienen la desfachatez de opositar a tan noble oficio (el segundo) sin saber que las gallinas no maman, Madrid no acaba en zeta de zeporros y las fuentes del Nilo no están en el Guadarrama. Bernard Shaw dijo que su educación terminó el día en que lo llevaron al colegio. Pese a ello ganó el Nobel. Imaginen lo que diría ahora si tuviese la desgracia de haber nacido aquí. Pongamos al día la frase, volvámosla del revés: la asnalfabetización de quienes aún no han cumplido seis años comenzará el día en que sus padres se resignen a matricularlos en el primer curso de la Educación General Básica. ¡Y tan básica, pues de mayores creerán que ese adjetivo se escribe con uve de vurro! En mi último libro, que acaba de aparecer, expongo mis ideas al respecto y no oculto mis intenciones de apañármelas para que Akela estudie en casa presentándose luego a los estúpidos exámenes que la legislación le impone. Estoy seguro de que así sacará sobresaliente en todos ellos. El home learning es opción legal puesta al alcance de los padres en los países civilizados. En Abundia, cuya capital está en Madriz, ziudad vañada por el Duero, no. Aquí se persigue, manu militari, a las personas deseosas de que sus hijos sean hombres de provecho. En las últimas navidades se presentó un alguacil en el domicilio de una familia granadina compuesta por dos maestros -¡por dos maestros!- que se oponían a la escolarización forzosa de su hijo, menor de edad, en centros de enseñanza donde, a su juicio, «se bloquea el interés del niño». Cortos se quedaban con tan suave expresión. Su único delito consistía en acogerse al home learning y a la patria potestad. A nadie engaño, ya dije. Sépanlo los jueces. Haré todo lo posible para que el trágala de la instrucción obligatoria -¡De frente! ¡Ar!- no lobotomice a mi hijo. Y si recurren a la fuerza y me envían a los corchetes, me marcharé de Despotia, plantaré casa en un país civilizado y educaré bajo su techo a Akela.